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Al limón... tequila y sal

En mi experiencia, vivir y crisis son palabras convertibles entre ellas. La ilusión está en pensar que sin ellas se puede crecer. Ser emprendedor en época de crisis es lo real, lo cotidiano. El sendero de desarrollo está lleno de espinas más que de flores. Un emprendedor sin crisis no existe. En un entorno VICA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo) la única forma de salir adelante es con valentía. No se trata de aguantar los golpes de manera resiliente sino de mejorar y salir con creatividad siendo antifrágil. Existir en este planeta exige que todos los seres vivos nos adaptemos en cada movimiento. Desde que nacemos, lo transitorio es lo más estable. ¿Cuántas veces hemos tenido que levantarnos antes de caminar?

“Después de varias cirugías, la exigencia constante de mis doctores era la verticalidad ¡“Levántenlo ya”.! Caminar frente al caos es esencial para seguir en la vida.”.

Acabamos de pasar una tremenda experiencia como humanidad, ésta puso en evidencia que no tomamos en serio el significado de la crisis cuando optamos por una vida pasiva y sedentaria. La crisis nos mantiene en movimiento, alertas y estimula nuestra energía. Lo humano es orgánico, dinámico y activo. Existe un fracaso humano cuando nos convertimos en máquinas rígidas y predecibles. Recordé la película de Wally, ese robot que, junto con una cucaracha, “sobrevive” a la contaminación ambiental, al desorden climático y al caos de nuestro ecosistema. Los humanos --en la película-- huyen de lo mismo que han destruido, pero viven, aburridos y pasivos, en un mundo electrónico, artificial, sin riesgos, sin retos ni estímulos: están acostados frente a sus pantallas.

El COVID nos devela que la falta de conciencia puede convertirnos en seres poco dinámicos, insensibles, mecánicos, consumistas que ante cualquier eventualidad estamos destinados a desaparecer o a convertirnos en fierros oxidados.

La ausencia de crisis provoca atrofia muscular, nuestro sistema inmunológico se debilita dejándonos, frágiles e indefensos.

Vivir con la conciencia del riesgo nos hace más poderosos, tanto interna como externamente. Los médicos que protegen demasiado, provocan fragilidad y enfermedad. Las personas más débiles son justamente las que aborrecen las crisis, los cambios, los procesos, lo impredecible. Todo lo quieren ver como producto terminado, quieren la pareja perfecta, el título fácil, el dinero que lo compra todo, las relaciones sin problemas, odian la volatilidad y quieren colocar etiquetas por todos lados.

Nuestros negocios y comercios han sido sacudidos y devastados. Tener una empresa pequeña, como es mi caso, y mantener los salarios sin suficientes ingresos ha tenido un serio impacto en mi salud y en la de mi grupo. Tampoco quiero negar el dolor que causan las crisis, no quiero tapar el sol con un dedo. Estoy, estamos en crisis, y así ha sido toda mi vida. No lo niego. Cuesta trabajo ver la luz detrás del cielo plúmbeo. Mi intención es sacar lo mejor de esta etapa dolorosa y salir más fortalecido y, si bien no hay recetas, si puedo compartir mis intuiciones e intenciones.

La clave está en ser antifrágil como la hidra a quien le cercenas una cabeza y le brotan muchas más. Por eso hay que educar con hambre, sed y deseo. No se puede innovar partiendo de una situación de confort. Por ejemplo, el relajamiento y la comodidad de un piloto de avión, por falta de estímulos o crisis de vuelo, ha provocado muchos accidentes y muertes. Los fracasos se generan por el exceso de automatización. Es tan sencillo como elegir el elevador en lugar de una escalara. Ese simple hecho nos va atrofiando los músculos

Dicen que los mexicanos somos muy creativos por vivir tantas crisis. Imaginen a un chofer de la ruta de Indios Verdes a Tlalpan: desde que toma el volante vive la crisis, no sabe si lo van a asaltar, si alguien se pasa el alto, los baches, luces, ciclistas, agentes de tránsito, tormentas, falta de luz, gasolina etcétera. Lo triste es que no estamos preparados para vivir en la crisis. Basta comparar a nuestro chofer de ruta mexicano que no sabe si regresará a su casa con la de un piloto de fórmula 1 que cuenta con más de 100 personas y computadoras ayudándolo a enfrentar cada movimiento de su coche… y aún así, una mínima fallita en los pits le hacer perder la carrera. Vivir en crisis y al mismo tiempo prepararnos para enfrentarlas, ese es el reto.

Si aceptamos los quiebres y los superamos seremos antifrágiles y reaccionaremos mejor a los nuevos COVID, de eso se trata vivir. El punto de partida está en cómo planteamos el problema. “Si me dieran 1 hora para salvar el planeta, pasaría 59 minutos definiendo el problema y 1 resolviéndolo “, dijo Albert Einstein.

Entender la causa de los problemas o crisis es la clave de la solución. Por ejemplo, en Singapur se descubrió que poner fotos dramáticas de gente con cáncer o fetos en las cajetillas de cigarro no disminuye los índices de fumadores, entonces decidieron enfrentar el problema desde otra perspectiva: fortaleciendo los programas de salud, conciencia y educación involucrando a los productores de cigarros. Lo mismo está sucediendo en México con las etiquetas negras de exceso de grasas, azúcares y sodio… La verdad es que nadie las pela. Mientras más huyamos de las crisis y coloquemos etiquetas, no encontraremos la salida y los problemas nos agarrarán enfermos y cansados.

Mientras neguemos las crisis y no hagamos un análisis profundo de las causas de los problemas estaremos destinados a morir en el intento de ser mejores seres humanos.

Un amigo decía de broma: “si la vida te da limones, combínalos con tequila y sal”. Sácale jugo a las crisis; ahí es donde surge la creatividad.

A problemas profundos, soluciones de fondo. Estos nos dan ventaja competitiva y nos hacen como la hidra, antifrágiles. Hay que enfrentar cuanto antes la dura realidad, no perder tiempo porque el problema se hace exponencial, lo acabamos de vivir. Mucha gente murió por reaccionar tarde como humanidad. Es difícil mirar fría y desapasionadamente el momento difícil que enfrentamos, pero no hay de otra. Nuestro instinto es salir lo mejor librados. Hay que tomar riesgos moderados, no suicidarse y, sí, asumir con coraje los hábitos de un guerrero con todo el potencial de nuestro ser y de nuestra organización para estar preparados y flexibles ante los cambios.

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